martes, 5 de febrero de 2013

Documental de 1963 sobre Vigo, y Galicia realizado por RTVE, con título: "El Peregrino"

Una amiga mía me acaba de enviar un enlace sobre un documental de RTVE hecho en la década de los 60,  con título "El Peregrino", el fragmento corresponde a Vigo, y Cangas.  Me gustó contemplar el ritmo de la ciudad de hace unas décadas cuando todavía existía tranvía, Samil tenía sus dunas, y la costa de Baiona a Vigo todavía no estaba saturada de construcción.

Este es el enlace:

http://www.lavozdegalicia.es/video/vigo/2013/01/14/video-recuerda-era-vigo-anos-60-70/00311358187298053980210.htm

Después hurgando en internet, encontré el documental completo de Galicia, subido a youtube por castigator.






domingo, 25 de noviembre de 2012

Vídeo: "Vigo - Arquitectura perdida"


Vídeo subido por Cristián Freire Macías (Cris8FM) a youtube.



Hace unos meses recibí un e-mail con un vídeo sobre la destrucción de varios edificios de Vigo, desfigurando por completo la ciudad. Me quedé anonadada, yo nací en Moaña, mi familia se instaló en Vigo cuando era adolescente, así que mucha de la historia de Vigo era lejana para mí, por no haberla mamado de pequeña, y porque la mayoría de los edificios desaparecidos habían sido borrados antes de mi nacimiento, así que descubrir el Vigo que pudo haber sido, me produjo gran dolor, y una sorpresa tremenda porque nunca me imaginé que Vigo hubiese tenido todo ese pasado. Vigo siempre me pareció una ciudad agresiva, fea urbanísticamente, un poco caótica, y también con el encanto de ser así, un tanto alocada, una ciudad joven perpetuamente, con prisas, y sin mucho espacio para el paseo, el silencio, y la contemplación de una construcción armoniosa. Descubrir que todo eso SÍ lo tuvo Vigo, me sorprendió, y me dolió, ¡¡qué pena tan grande!!, porque cuando no tienes nada de herencia, nada puedes reclamar, pero cuando descubres que simplemente  han destrozado mucho de lo legado, te quedas sin palabras, y sólo quieres que todo el mundo lo sepa. Reenvié e-mails con dicho vídeo, que es una joya, muy bien hecho por Cristian Freire Macías, una verdadera obra de arte, y muchas de las personas que lo vieron y sí han sido vigueses de toda la vida, con abuelos enraizados aquí, se sorprendían profundamente porque no conocían nada de eso, así que es importante que este vídeo se difunda más, y que todo el mundo conozca el pasado de esta ciudad, por un lado para quitar ese complejo de una ciudad un tanto desalmada y fea, y por otro lado para aprender a no repetirlo más, a cuidar los legados. Es cierto que no había madurez en ese momento para apreciar lo antiguo, seguramente lo consideraron viejo sin más, y también mucha usura, cuidar a veces es más caro que hacer algo nuevo.

Es necesario aprender del pasado, y rescatar todo lo bonito que tenemos, que es mucho, menos mal que el casco antiguo siempre se consideró un poco viejo, apartado de la vidilla productiva e interesante en esos momentos de Vigo, menos mal que nadie lo consideró valioso, porque eso justamente fue lo que lo salvó de la quema, y ahora se puede rescatar más o menos como siempre fue.  
Espero ver pronto su recuperación, y  que podamos sentirnos orgullos de nuestro casco viejo, y poder pasearlo.  Cada vez que paso en bus cerca de él, siempre observo, esperanzada, el progreso del barrio del berbés. Cada edificio limpio, remodelado, o reconstruído es un tesoro que gana esta ciudad. Lo tenemos al lado y qué poco transitado está. Es un gusto en la fiesta de la Reconquista deambular por sus callejuelas llenas de vida, y pasado. Ojalá pudiéramos hacerlo siempre así, pero mejor cuidado, como cuando paseas por el casco antiguo de Pontevedra, Orense, Lugo, Coruña, etc. ¿Qué le pasa a Vigo?. Esta ciudad ha sido demasiado industrial, y productiva para fijarse en cosas de esas, ya es hora de hacerlo.

martes, 3 de mayo de 2011

Mi homenaje al desaparecido Edifico Rubira, el más bello de Vigo





Llevaba tiempo buscando una foto de este edificio, desde que en una ocasión, hablando con una amiga sobre lo lamentable que era que hubieran desaparecido tanta construcción antigua en muchas zonas de Vigo, especialmente las más pujantes como Policarpo Sanz, o la Plaza de Compostela, donde seguramente el negocio era mayor, me habló de este edificio que, según le había dicho su madre, era el más bello de Vigo.
Rebuscando más fotos sobre Vigo en la web, encontré una antigua que me llamó la atención, e ipso facto tuve la intuición de que ese era el edificio que retuve en mi memoria en aquella ocasión. Pinché y me encontré con un blog http://arquitecturavigo.blogspot.com/que hacía poco lo había descubierto, con un montón de artículos interesantísimos sobre los destrozos de Vigo, sobre la ciudad que pudo ser, y no fue.
El blog me daba la razón, y mostraba su nombre e historia, la del Edificio Rubira (1880-1967). Comencé a leerlo por el flechazo que me producía, y no pude continuar, me dolía descubrir todo su pasado, el destrozo que se había hecho en el edificio más emblemático de Vigo. No hubo piedad, ni nadie se inmutó, y eso que vivió muchos momentos de gloria, de ser el retrato de la ciudad estampado en postales, zona de tertulias, banco, farmacia de solera….
Rescato del blog, a modo de resumen, parte de la historia recabada por su autor, aunque aconsejo la lectura completa por su riqueza de detalles, y profunda investigación, muy interesante.
“…En sus primeros años de vida el edificio pronto se convierte en uno de los principales reclamos de los fotógrafos de postales. Su belleza unida a su privilegiada situación lo convierten en una instantánea perfecta para inmortalizar una pequeña parte de la ciudad en una postal…
…A principios de la década de los años 20 se construye en la esquina opuesta del edificio Rubira el Banco de Vigo (hoy sede del Banco Pastor). El cruce popularmente conocido como "Cuatro Esquinas" queda consolidado como una de las zonas más importantes de la ciudad y en un futuro como centro financiero. La belleza de las dos edificaciones frente a frente, unidas al edificio de cuatro alturas en perfecta armonía con el conjunto…, constituye una de las estampas urbanísticas más bellas de la ciudad….
…En 1951 se empieza a construir el edificio que albergará la sede de la Caja de Ahorros convirtiéndose en una mole que afectará muy negativamente al entorno de la zona y que romperá el equilibrio y la armonía que antes imperaba en las "Cuatro Esquinas".
 



El impacto provocado por el nuevo edificio y la diferencia de alturas con los edificios del entorno sirvió para avivar el ansia especuladora de unos pocos que provocaron la alteración de la altura de cornisa de muchos edificios de la zona y la destrucción de construcciones en aras de sacar dinero a toda costa.
El Banco Bilbao tomó nota de la operación llevada a cabo por la Caja de Ahorros y a mediados de los 60 se hacen con el Edificio Rubira…. Surge aquí la eterna pregunta de por qué el banco no lleva a cabo la rehabilitación de un edificio noble e histórico que seguramente supondría una buena imagen de la entidad de cara a la opinión pública. La respuesta sólo puede ser por intereses económicos
…La salvaje destrucción del emblemático edificio no inmutó a los vigueses ya que hubo muy pocas protestas. En palabras de Jaime Garrido: “Este hecho, más que suficiente como para tomar medidas conducentes a evitar que se repitiera, no debió inmutar a los gobernantes municipales, porque se continuó con los derribos e incluso el Plan General de Ordenación Urbana de 1971 no sólo no lo impedía, sino que lo favorecía, al permitir edificar en altura según el ancho de la calle. Existía una total falta de sensibilización para con el patrimonio arquitectónico y la propiedad era prácticamente sagrada, etc. El nivel cultural era bajísimo (y creo que sigue siéndolo) y los pocos intelectuales que había estaban muy controlados y sus manifestaciones en público (conferencias, escritos, etc.) eran censuradas”.
Tan sólo se alzó una voz en defensa del edificio. Fue la del periodista Benedicto Conde "Bene", quien en 1965 publica un artículo en el Faro de Vigo titulado "El asesinato completo..." en el que muestra su preocupación por la falta de una legislación protectora del patrimonio en Vigo y denuncia la barbaridad que se planea realizar con el Edificio Rubira. Sin éxito sugiere a sus dueños la posibilidad de llevar a cabo una rehabilitación del edificio o incluso una ampliación. Sin embargo todo fue en vano.
… La demolición inicia su andadura y del desmontaje y transporte de la cantería del edificio… En otoño de 1967 el edificio ya se ha desmontado en su totalidad y las piedras yacen en un solar propiedad de José Regojo en el Chan de Amoedo (Pazos de Borbén). Vecinos y párrocos se aprovecharon del abandono para llevarse varias piezas con total impunidad…
… En estos dos depósitos fue bastante habitual la utilización de material allí depositado para decorar construcciones y jardines de clientes interesados. Las mayores partidas se destinaron a Madrid y Sanxenxo. Hoy, debido a los múltiples robos y a las pérdidas en los traslados queda sobre un 50% del material.
Sin duda, un tristísimo final para un bellísimo edificio que nunca debió ser destruido y que debería servir de ejemplo para que el afán constructor y especulador no vuelva a cometer un crimen de tal magnitud.
Sobre el solar de Edificio Rubira, el Banco Bilbao construyó uno de los edificios más feos de Vigo. Resulta incomprensible que un banco prefiriese para su sede un edificio tan espantoso como el construido por Hurtado de Saracho por un edificio noble, tan sobrio y bello como el Edificio Rubira, con esa armonía y ese excelente trabajo de cantería.
Viendo las fabulosas sedes del Banco Pastor, Caixanova, Caixa Galicia y las de algunas entidades bancarias más, a los responsables del BBVA se les debería caer la cara de vergüenza ante la atrocidad que cometieron.”
 Fuentes:
- "Edificio Rubira (1880-1967)", de J.A. Martin Curty.
- "Vigo. La ciudad que se perdió", de Jaime Garrido.
- La Voz de Galicia.
Fotos sacadas del libro Edificio Rubira (1880-1967) y Vigo. La ciudad que se perdió. El resto de mi colección personal



Así termina el autor, cito también sus propias fuentes. Es una historia increíble la que vivió este edificio, e increíble que todavía se conserve el 50% de su esqueleto, y se sepa dónde está guardado.

Personalmente disfruto mucho con cada edificación que resucitan en esta ciudad, rescatando toda su belleza dormida y polvorienta, recobrando el glamour de épocas pasadas, y devolviéndole a la ciudad de Vigo su pasado. Parece que por aquí la historia no ha dejado huella, como si fuera una ciudad dormitorio que naciese al abrigo de una gran ciudad como Madrid o Barcelona, con su edificios de los años 60 o 70 todos iguales, pero la realidad es bien lejana. Vigo tiene historia y mucha, sólo que parte de ella robada, otra deteriorada, mucha desaparecida a punta de excavadora, y alguna oculta, escondida debajo de edificaciones, como la de la Isla Toralla, con restos de castros celtas y necrópolis romana.
La historia escondida se puede recobrar, la deteriorada desempolvar, pero es difícil devolverle la vida a alguien desaparecido y reemplazado. Si pudiera cumplir un deseo para esta ciudad, una de las propuestas sería que el Edificio Rubira recobrase el esplendor de épocas pasadas, junto a otros edificios emblemáticos de la ciudad también hoy desaparecidos, como el Cine Odeón, el Edificio de la Agencia Escalera, y grupo de Edificios del Bar Derby, etc…, todos ellos bellísimos. Duele descubrirlos. Es increíble lo bonita que sería Vigo si no fuera por los destrozos acontecidos en los años 60 y 70.
Tanto esfuerzo por sacar a la luz una obra de arte, para que en dos segundos gente con poder y sin escrúpulos, tire por la borda una obra de arte que pertenece al pueblo, porque la historia no es de nadie, y se ha de conservar para todos. Es una maravilla deleitarse con la mano del hombre cuando ésta le dedica espacio y tiempo, y genera algo glorioso, y es penoso cómo la misma especie puede destrozar todo eso, y generar basura. Muchos de los edificios sustituidos son anodinos, sin vida, un trozo de hormigón al lado de la acera. Es una pena inmensa.



domingo, 24 de abril de 2011

Reconquistemos la ciudad de Vigo

Durante años la ciudad de Vigo ha estado abandonada a su suerte, no recibía atención de prácticamente nadie. Era la “ciudad sin ley”. Nadie hacía nada por ella. No se veía obra alguna, no sabías como ciudadano de a pie, dónde iba el dinero, porque todo seguía igual, cada año más sucio y deteriorado. Era una ciudad sin raíces, sin cariño profundo. Yo tengo cuarenta años, y cuando era joven, mucha de la población que conformaba la ciudad no había nacido en ella, incluida yo, así que las raíces no estaban aquí, sino en cualquier otro punto de la geografía gallega, sobre todo de los alrededores, Cangas, Moaña, etc, o de Orense, dejando desierta gran parte de la ciudad los domingos. Muchos de ellos vivían del salario de Vigo, pero no se empadronaban aquí. Vivían en pisos de obreros, y en paralelo construían una preciosa casa en sus aldeas respectivas. Yo la sentía como la ciudad sin alma, la ciudad saqueada, violada, sin mucho amor, sólo daba trabajo y dinero, fuera de ahí, no había más encanto. Eso que se vivía a pie de calle, se proyectaba en las alcaldías que durante años no hicieron nada por ella, ni nadie las seguía con cierto fervor. El ciudadano seguía su vida al margen de la política, sobrevivía por sus medios tuviera ayuda o no, lo único interesante era llegar a fin de mes, tener su trabajo y punto. Eso continuó durante décadas, hasta que ahora parece despertar. Las siguientes generaciones se han enraizado aquí, muchos son vigueses nacidos en Vigo, y se va gestando un amor por esta tierra que ha dado tanto, sin un cuidado especial por nadie, y cuando digo por nadie, es tal cual, ni por los habitantes de a pie, obreros que han seguido su vida en una ciudad impersonal, caótica, desordenada, con edificios construidos rápidamente y de mala calidad, sin preocupación alguna por rehabilitar cualquier punto histórico, no era necesario, y no daba de comer, observando sin preocupación cómo caía a trozos el casco histórico, y nadie se preocupaba de nada, todo daba igual, ni por parte de constructores o políticos que se enriquecían con el caos urbanístico, proyectando edificios sin licencia, en la ciudad que todo vale si da dinero.

Cuando en 2008, la ciudad de Pekín, se transformó a ritmos agigantados al organizar los Juegos Olímpicos, destruyendo edificios históricos en pro de los nuevos, decían de ella que estaba en un momento adolescente como ciudad, así he percibido yo a Vigo prácticamente toda mi vida. Nunca fue una ciudad madura, cuidada, sino todo lo contrario, era el ejemplo del desapego, del desorden, y la despreocupación por lo que se hacía, aunque ahora esa tendencia parece cambiar, de lo cual me alegro profundamente.
De  la Xunta de Galicia también hemos sentido un olvido y una injusticia profunda si nos comparamos, como hermanos, con la cuidada Coruña, tanto a nivel de ciudad como de provincia, a la que siempre se le han concedido todos los honores, y destinado todo el antojo y capricho, como la hermana bonita y preferida de una familia, mientras Vigo, la más productora, el motor económico de Galicia, era dejado de mano por todos.
Merecemos tener más privilegios, porque hemos dado siempre mucho más de lo que hemos recibido, pero eso depende de nosotros, del interés que nos despierte lo nuestro.
Me ha alegrado profundamente constatar que la panificadora se ha salvado en gran parte gracias a la acción ciudadana, eso da esperanzas, y constata el poder que se puede tener.
Merecemos una ciudad de primer orden, y aprender de errores pasados. Duele ver ciudades menos ricas en potencia, mucho más cuidadas y lucidas que la nuestra. Me alegro que comience a arreglarse, se nota, y mucho. Después de no haberse hecho nada durante años, que alguien lleve a cabo algo, es de agradecer, y me da igual quién y de qué partido sea. Todo aquel que haga algo por Vigo, tiene todo mi respeto y admiración.
Nuestra autoestima como ciudad comienza a crecer, y es para celebrarlo. Tenemos un entorno envidiable, y Vigo mira a la Ría desde su colina, a modo de balcón, con una situación privilegiada. Hay mucho potencial en esta ciudad, sólo hay que sacarlo a lucir, e igual no vendría mal un empuje, una obra personalísima que rompa con tanta construcción impersonal, como le ocurrió a Bilbao con el Guggenheim en su momento, o ahora a Avilés con el Centro Oscar Niemeyer.  


sábado, 2 de abril de 2011

RECUERDOS EN LA RÍA DE VIGO




Visión completa de la Ría de Vigo 


En una ocasión mi marido me dijo que el alcalde de Vigo me tenía que hacer una placa con mi nombre por promocionar tanto mi ciudad, y es que es cierto que llevo unos años en que no paro de hablar bien de ella, todo me parece maravilloso, hasta lo objetivamente feo, y no siempre ha sido así, es más, he sido muy crítica con esta ciudad al ser consciente de sus posibilidades. Siempre me ha dolido que no la hubieran pensado mejor, un diseño a tiempo la hubiera convertido en una ciudad de referencia, porque el marco en el que está ubicada, sí es verdaderamente de ensueño. Con la ciudad, a día de hoy, estoy más o menos reconciliada. Disfruto con las mejoras que va consiguiendo, pero de lo estuve y estoy realmente enamorada y siempre lo estuve, es de su bendito enclave, la Ría de Vigo. Busco un adjetivo para ella, y todos se me quedan cortos. Es como un valle fértil con un lago inmenso en el medio. Es una estampa realmente de ensueño que si yo la viera en un folleto, cruzaría el mundo para disfrutarla, y la tengo aquí.

Uno, muchas veces, no valora lo que tiene cerca, y a mí eso me ocurrió con muchas cosas en la vida, por eso me ha resultado terapéutico salir fuera, vivir años o meses en diferentes ciudades o países, para darme cuenta de que lo que tengo aquí es lo que quiero, y que el lugar ideal para vivir, que es la pregunta que me hacía de adolescente, ya lo he encontrado, pero eso que he dudado con otras cosas, siempre lo he tenido claro con la Ría, aún cuando era una adolescente con problemas y en mi mundo, disfrutaba de su belleza, y lograba, por un momento, evadirme de todo con sólo contemplarla.


Recuerdo en una ocasión, hace ya muchos años, estábamos mi hermana y yo sentadas en unas escaleras del Monte Castro observando placenteramente del espectáculo que suponía un mar calmo plagado de barquitos de vela, con los montes de Moaña, y Cangas al frente, y sus casitas dispersas por las colinas. Era demasiado bonito para ser cierto. Hacía un día precioso, primaveral, y allí estábamos tan a gusto charlando de nuestras cosas, sin quitarle ojo a toda aquella explosión de belleza que era nuestra, cuando de repente se nos acercó un señor de mediana edad, argentino, y nos dijo: “Ustedes no saben lo que tienen aquí, ¡¡es una maravilla!!”.
Le contestamos: “Lo sabemos, no nos cansamos de verla, y eso que lo hacemos a menudo”.




       Vista aérea de la Ría de Vigo con el Puente de Rande


Yo nací en Moaña, al otro lado de la ría, y llevo más de la mitad de mi vida viviendo en Vigo, así que tengo una visión completa de este entrante de mar, tanto observando las suaves colinas plagadas de casitas del Morrazo, como la visión de lo que para mí, de pequeña, era la gran metrópoli. Me acercaba en barco a otro mundo, un pequeño Nueva York, o San Francisco con su puente de Rande al fondo, y sus edificios altos.

Cruzar la ría en barco se podría vender como un mini crucero, y eso lo hacía yo a menudo para ir al colegio, o de compras. Aunque de pequeña, temía caerme por el agujero que provoca la separación del barco y el muelle, una vez a salvo, disfrutaba de lo lindo de la travesía, sobre todo si el día acompañaba, y podíamos subir a la parte de arriba, a sentir el viento en la cara, la brisa del mar que te dejaba el pelo hecho un nudo (lo peor), el olor salino tan característico y familiar, y el empuje del barco acercándose a Vigo o a Moaña, según fuera el destino final. Durante la travesía, la cabeza siempre estaba ladeada en busca de las Cies, las islas mágicas. Nunca las ves iguales, según el día que haga, el mar picado o calmo, la hora del día que sea, etc, parecen islas tropicales sacadas de un folleto con su playa perfectamente perfilada, cubierta de arena blanca, sus montes claramente definidos al fondo, o si el mar está oscuro, parecen islas brumosas, mágicas, de cuento, de hadas y gnomos. Las sigo y las he seguido toda mi vida, en carretera hacia Baiona, Cangas o Moaña, ahí están, desde cualquier punto aparecen, majestuosas.

El diario británico “The Guardian” declaró a una de sus playas, como la más bonita del mundo, la de Rodas. Para mí, aunque hay otras con más encanto, por escondidas y menos concurridas, sin duda la más bella es esa.




                                          Playa de Rodas - Islas Cíes

 
La ría está plagada de pequeños y grandes arenales. De niña, en verano, hacíamos de vez en cuando una excursión los niños del barrio, que a mí particularmente me encantaba. Nos íbamos a la Playa del Con, que pertenece a Moaña, y desde ese punto de partida, recorríamos toda la costa que separaba Moaña y Cangas, de calita en calita. Había montones, la mayoría apenas transitadas en ese momento. Nos sentíamos como Robinson Crusoe. Algunas debíamos cruzarlas a nado al no encontrar una roca que nos ayudase.
A medio camino del recorrido parábamos para bañarnos en una calita más grande que las otras, una calita salida verdaderamente de un folleto caribeño, con árbol caído y todo. Nos sentíamos como si la hubiéramos descubierto nosotros por primera vez, y nos apoderábamos de ella con derecho, y dándole vida, nos zambullíamos, saltábamos, reíamos…


En una ocasión, nos acompañaron unas niñas que apenas conocíamos, una de ellas, la más pequeña, nos aclaró que no podía bañarse porque tenía alergia a cualquier tipo de contaminación del mar. Aquello a mí me sonaba a chino, primero porque las aguas eran cristalinas, aunque sabía que había barcos que utilizaban combustible, y por otro lado, me imaginaba la pesadilla que tenía que ser no poder lanzarse al mar, para mí el mayor placer entre los placeres. Como digo yo, lo que no cuesta dinero es a veces lo más placentero, el mar, la montaña, …

Durante estas aventuras muchas veces solíamos comenzarlas con un asado de sardinas que previamente habíamos comprado en la plaza. Asar tus propias sardinas entre las rocas de la playa, te hacen sentir más Robinson Crusoe si cabe.


                                                                                          
                                                               Playas de Moaña

                                                

Las rocas, era y es otra de mis pasiones. A pesar de rascarme literalmente toda la espalda con una de ellas, y dejármela como un cromo, en carne viva, nunca se me ha quitado el placer de pisarlas, de pasar por encima de ellas, saltando, en equilibrio, de una en una, y correr el pequeño riesgo de caerme, a cambio de explorar algo nuevo. Aún hoy las disfruto, en ocasiones acompañada de mi hija, que arriesga siempre un poquito más dentro de sus posibilidades, situándose al límite de la caída, así que debe ser algo innato, inherente al ser humano, en su necesidad de explorar lo desconocido, y ponerse al límite, retándose, y salir orgulloso al dominar la naturaleza, aunque se lo ponga difícil, o justamente por eso.

La pesca es otro de los placeres que puedes vivir si dispones de un río o un mar cerca, así que también formó parte de mi infancia.

Muchas veces grabamos pequeños retazos de nuestra vida en la memoria que resume en cierta manera todo lo que hemos vivido. Si pienso en la pesca, el play de mi memoria se para en el momento en el que estoy con mis dos hermanos pequeños frente a la casa de mis tías cerca de la playa del Con, un sitio en el que antes había muchas rocas con algas (ahora es un paseo marítimo) que supongo que propiciaba la cría de camarón porque estaba plagada de ellos. No era una zona de baño, no había playa, sólo en la bajamar se quedaba al descubierto una especie de tierra lodosa perfecta para la cría de cualquier molusco, bicho para pescar, cangrejos, etc.

Ese día habíamos bajado los tres con nuestro cubito azul, y nuestros ganapanes (utensilio para coger camarones, que consta de un palo y un especie de colador gigante al final para que se filtre el agua del mar, y se queden atrapadas las algas junto con lo interesante, los camarones saltando como kamikazes en busca de una salida). Es un placer agarrarlos rápido antes de que huyan. Nos animamos mutuamente, “¡vamos!, ¡venga!, ¡que se escapan!, ¡rápido!”, y seis manos pequeñas y apuradas no paraban de seguir los movimientos y piruetas de aquellos pequeños crustáceos con tal de adelantarlos a su apurada caída en picado al mar.

Atrincherados con nuestras botas de agua, introducíamos los pies, sin temor alguno, entre las algas y las pequeñas rocas a la orilla del mar, sin sentir el frío del agua ni preocuparnos por si pisábamos algo malo, un cangrejo, un cristal, o lo que fuera. Siempre me han dado grima pasar o nadar por medio de las algas, por miedo a una ingrata sorpresa, así que las botas me permitían meterme en sitios que ni de broma lo hubiera hecho de otra forma. Era todo un regusto desplazarme con dominio absoluto del terreno, como cuando pisas charcos después de un chaparrón.

El cubito azul lo íbamos turnando, todos queríamos introducir el ganapán, y no portar el cubito. Poco a poco éste se iba llenando de más bichitos pequeños con ojos saltones, como langostinitos reducidos al tamaño de pulga, que nadaban en línea recta tropezando con el fin del barreño. Como el agua era limpia y cristalina nos enorgullecía testar cómo iba aumentando el número.

La mayor satisfacción la vivíamos al llegar a casa orgullosos. El instinto de cazador que todos debemos llevar dentro se veía cumplido. Nos sentíamos grandes, mayores, supervivientes. Por un momento éramos capaces de alimentarnos con nuestro esfuerzo, y eso para un crío es lo más. Enseñarle a mi madre nuestra colecta nos hacía sentir importantes.

Cuando nos cocía lo pescado, lo comíamos con el placer de saber que nadie más que nosotros los había cazado. Una vez lo teníamos en  el plato solíamos vivir una pequeña decepción, el cubito lleno de agua y camarones en zigzag, se quedaba reducido a unos cuantos bichillos rosáceos y humeantes que repartidos en tres comensales no daba para tanto, pero a pesar de todo, los devorábamos con gusto.



                           Camarones                               


Para haceros una idea de la cantidad de camarones que debía haber en ese momento en esa zona, en una ocasión mi tía me contó que cuando hacía paella, la dejaba prácticamente terminada, bajaba un momentito al mar, ella vivía a primera línea de la costa, cogía unos cuantos camarones, de los miles que había en ese momento. Para cuando llegaba, el arroz ya prácticamente estaba hecho, y sólo faltaba el último toque, sus camarones recién pescados.

También tengo un recuerdo vívido de la pesca con anzuelo en el muelle con una de mis hermanas mayores, y una amiga del barrio. La espera estaba recompensada desde el principio sólo con la charla amena y continuada, y la ilusión ante la posibilidad de que un pececito picara. Las únicas partes desagradables era recoger bicho blandito en la playa e introducirlo en el anzuelo, o quitar el anzuelo del pez pescado, pero quitando eso, lo demás era puro placer, sobre todo el momento en que notabas que algo tiraba de tu sedal después de una larga espera. Era pura euforia, grito por aquí, grito por allá, animado por las exclamaciones de las acompañantes. A veces el pez tiraba con fuerza, y ahí comenzaba la lucha entre una misma y el pez, en una batalla que había que ganar sí o sí, si querías salir con el orgullo intacto, con la captura que tanto tiempo te había costado, y también si no quería caer en picado al mar al estar en el límite del muelle. El pescadito frito por mamá  y pescado por una, era otra delicia.




Acuarela de niños pescando


Era también divertido ir a buscar caramujos (caracoles de mar), había que distinguirlos de otros que por lo que fuera, no eran los buenos según nos había adiestrado mi madre. Era muy divertido recolectar en el cubito de siempre los caracoles riquísimos. Después de cocerlos, cada una atacaba con una aguja de coser, extrayendo la deliciosa carnecilla que éstos escondían, ¡un manjar!.



                                 Caramujos

  
 
Otro momento parado en mi memoria me lleva a otra playa de Moaña, la Junquera, en la que se marisqueaba mucho, generalmente las mareas en este arenal eran exageradas, así que cuando había una bajamar máxima, me divertía caminar a cuatro patas, y rebuscar entre la arena, un poco fangosa, los croques (berberechos) deliciosos, los abría tal cual me habían enseñado, con la ayuda de otro croque, y así en directo me los zampaba, para mí lo máximo, comer al aire libre, en directo, al tiempo que descansas bañándote y tomando el sol. 



Bajamar de la Playa de la Junquera - Moaña


Se me amontonan los recuerdos: el grupo de niñas y niños de barrio que éramos usando la bicicleta para todo y bajando al mar (me suena a Verano Azul, éramos de esa generación)..... En fin muchos son los recuerdos agradables relacionados con la naturaleza que brinda esta hermosa ría.... la visión del mar, el olor tan característico a salitre, a bajamar, a marisco, …..

Este blog brotó como un canto de amor a este paisaje que tanto amo, a este telón, esta estampa, este escenario en el que me tocó nacer, y del que tan orgullosa estoy. Me siento agradecida de tener tan cerca este trozo de paraíso, y siento la necesidad de compartirlo con el mundo.