Durante años la ciudad de Vigo ha estado abandonada a su suerte, no recibía atención de prácticamente nadie. Era la “ciudad sin ley”. Nadie hacía nada por ella. No se veía obra alguna, no sabías como ciudadano de a pie, dónde iba el dinero, porque todo seguía igual, cada año más sucio y deteriorado. Era una ciudad sin raíces, sin cariño profundo. Yo tengo cuarenta años, y cuando era joven, mucha de la población que conformaba la ciudad no había nacido en ella, incluida yo, así que las raíces no estaban aquí, sino en cualquier otro punto de la geografía gallega, sobre todo de los alrededores, Cangas, Moaña, etc, o de Orense, dejando desierta gran parte de la ciudad los domingos. Muchos de ellos vivían del salario de Vigo, pero no se empadronaban aquí. Vivían en pisos de obreros, y en paralelo construían una preciosa casa en sus aldeas respectivas. Yo la sentía como la ciudad sin alma, la ciudad saqueada, violada, sin mucho amor, sólo daba trabajo y dinero, fuera de ahí, no había más encanto. Eso que se vivía a pie de calle, se proyectaba en las alcaldías que durante años no hicieron nada por ella, ni nadie las seguía con cierto fervor. El ciudadano seguía su vida al margen de la política, sobrevivía por sus medios tuviera ayuda o no, lo único interesante era llegar a fin de mes, tener su trabajo y punto. Eso continuó durante décadas, hasta que ahora parece despertar. Las siguientes generaciones se han enraizado aquí, muchos son vigueses nacidos en Vigo, y se va gestando un amor por esta tierra que ha dado tanto, sin un cuidado especial por nadie, y cuando digo por nadie, es tal cual, ni por los habitantes de a pie, obreros que han seguido su vida en una ciudad impersonal, caótica, desordenada, con edificios construidos rápidamente y de mala calidad, sin preocupación alguna por rehabilitar cualquier punto histórico, no era necesario, y no daba de comer, observando sin preocupación cómo caía a trozos el casco histórico, y nadie se preocupaba de nada, todo daba igual, ni por parte de constructores o políticos que se enriquecían con el caos urbanístico, proyectando edificios sin licencia, en la ciudad que todo vale si da dinero.
Cuando en 2008, la ciudad de Pekín, se transformó a ritmos agigantados al organizar los Juegos Olímpicos, destruyendo edificios históricos en pro de los nuevos, decían de ella que estaba en un momento adolescente como ciudad, así he percibido yo a Vigo prácticamente toda mi vida. Nunca fue una ciudad madura, cuidada, sino todo lo contrario, era el ejemplo del desapego, del desorden, y la despreocupación por lo que se hacía, aunque ahora esa tendencia parece cambiar, de lo cual me alegro profundamente.
Cuando en 2008, la ciudad de Pekín, se transformó a ritmos agigantados al organizar los Juegos Olímpicos, destruyendo edificios históricos en pro de los nuevos, decían de ella que estaba en un momento adolescente como ciudad, así he percibido yo a Vigo prácticamente toda mi vida. Nunca fue una ciudad madura, cuidada, sino todo lo contrario, era el ejemplo del desapego, del desorden, y la despreocupación por lo que se hacía, aunque ahora esa tendencia parece cambiar, de lo cual me alegro profundamente.
De la Xunta de Galicia también hemos sentido un olvido y una injusticia profunda si nos comparamos, como hermanos, con la cuidada Coruña, tanto a nivel de ciudad como de provincia, a la que siempre se le han concedido todos los honores, y destinado todo el antojo y capricho, como la hermana bonita y preferida de una familia, mientras Vigo, la más productora, el motor económico de Galicia, era dejado de mano por todos.
Merecemos tener más privilegios, porque hemos dado siempre mucho más de lo que hemos recibido, pero eso depende de nosotros, del interés que nos despierte lo nuestro.
Merecemos tener más privilegios, porque hemos dado siempre mucho más de lo que hemos recibido, pero eso depende de nosotros, del interés que nos despierte lo nuestro.
Me ha alegrado profundamente constatar que la panificadora se ha salvado en gran parte gracias a la acción ciudadana, eso da esperanzas, y constata el poder que se puede tener.
Merecemos una ciudad de primer orden, y aprender de errores pasados. Duele ver ciudades menos ricas en potencia, mucho más cuidadas y lucidas que la nuestra. Me alegro que comience a arreglarse, se nota, y mucho. Después de no haberse hecho nada durante años, que alguien lleve a cabo algo, es de agradecer, y me da igual quién y de qué partido sea. Todo aquel que haga algo por Vigo, tiene todo mi respeto y admiración.
Nuestra autoestima como ciudad comienza a crecer, y es para celebrarlo. Tenemos un entorno envidiable, y Vigo mira a la Ría desde su colina, a modo de balcón, con una situación privilegiada. Hay mucho potencial en esta ciudad, sólo hay que sacarlo a lucir, e igual no vendría mal un empuje, una obra personalísima que rompa con tanta construcción impersonal, como le ocurrió a Bilbao con el Guggenheim en su momento, o ahora a Avilés con el Centro Oscar Niemeyer.
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